miércoles, 25 de febrero de 2009

Sala de espera


- ¿Y usted qué tiene?
Me volví hacia el viejecillo que se sentaba a mi lado y me había hablado.
Tenía una gorrilla y un bastón en el que apoyaba unas pequeñas y arrugadas manos.
- Pues creo que la gripe.- Acerté a contestar entre toses.
-¡Anda! pues eso es jodio. - Y me regaló con una cálida sonrisa.
-Dígamelo usted. Estoy que me muero.
Mi mente hizo una pequeña pausa para escuchar el nombre que la megafonía gritaba. Era absolutamente ininteligible. ¡Por Dios!, ¿Cómo podia sonar tan mal aquello?
-Yo nunca la he pillado. - Volví a escuchar al viejo.
La sala parecía estar cada vez mas llena de gente, y al fondo un crío no paraba de llorar. La cabeza me estaballaba por la fiebre y parecía que se me iba a escapar a cada ataque de tos.
- ¿Ha venido usted solo?- Le pregunté, porque no parecía venir acompañado por nadie. Y aquel hombre parecía tener como ciento cincuenta años por lo menos.
El hombre me miró con unos ojos que no se me olvidarán en la vida. Y simplemente movió su cabeza asintiendo.
-Y... ¿usted qué tiene? -le devolví la pregunta.
Y entonces ví como sus labios se movían pero mis oídos captaron mi nombre por aquella infernal megafonía.
Me levanté de un salto y corrí a la puerta tres.
Tras quince minutos de reconocimiento e inyectarme algo por fín salí a la calle para ir a recoger mi coche.
Justo cuando metía las llaves en la puerta. Recordé algo y mi piel se puso de gallina.
Volví sobre mis pasos y regresé a la sala de urgencias.
Allí estaba.
Con sus dos manos apoyadas en la cayada, y sobre ellas su cabeza.
Con el corazón latiéndome fuertemente y con la boca totalmente seca me acerqué a él.
Me volví a sentar en la silla vacía que había a su lado y le pasé la mano por la espalda.
No se movió.
En mi cabeza resonaba su voz.
La respuesta que me había dado.
Mirándome con aquellos ojos.

"No quería morir solo"

Eso me había dicho. Ahora lo recordaba perfectamente. Justo cuando dijeron mi nombre.
Con las lágrimas saltadas lo atraje hacia mí y apoyé su cabeza sobre mi cuello.

"No quería morir solo".

Y sin saber porqué permanecí abrazado a él, mienras seguía oyendo su voz en mi cabeza.

jueves, 5 de febrero de 2009

Camino


Dibujo mi vida con trazos de boli que me decían que no se podían borrar.
Y empiezo, lo trazo. Dibujo una curva, ahora una recta, ahora una elipse.
Pero cuando quiero mirar...

¡ya no está!...

¿ya no está?

Era mentira. Como todo. Sí se podían borrar.