domingo, 28 de noviembre de 2010

La luz del día



"Cuando el sol sale llenando de luz un mundo de sombras".

Quizás ese sea mi mejor momento del día.
Cuando me encaramo al muro de mi terraza y veo amanecer.
Me encanta ver como el sol sale poco a poco entre los edificios. Como sus rayos se van colando entre ellos buscando la oscuridad para acabar con ella.
Como poco a poco los colores se hacen mas nítidos, mas brillantes.
Al principio parecen difuminados, como cubiertos por un velo, pero poco a poco, a medida que el sol asciende, parecen ganar en intensidad.
Me siento alli, y veo todo eso desde lo alto.
La gente empieza a pasear y las calles se llenan de gente.
Primero son los repartidores, bueno antes que ellos la gente que vuelve de fiesta. Con sus vestidos de gala, y el ruido de los tacones sobre las aceras.
Luego como digo, los repartidores con sus carros cargados de productos del día, para reponer las estanterias.
Andan ligeros, con sus enormes papeles en una mano y sus pesadas cargas siempre con prisa.
Luego aparece la gente que va a trabajar.
Se les nota porque van también muy deprisa.
Ellos no llevan cargas, pero miran constantemente el reloj.
Luego las madres que llevan a sus hijos al colegio. Estas arrastran las mochilas y a sus propios hijos tras ellas.

Lo que me fascina es, como en cuestion de minutos todo va cambiando.
La luz, los olores...
La gente que camina, que parece perseguir a su sombra, y como ésta, al ir subiendo poco a poco el sol la va haciendo mas pequeña. Es como una carrera diaria.
El mismo sol, al calentar el rocio, desprende mil aromas de las plantas que hay en mi terraza. Todo huele a ... ¿Fresco?, creo que me entendéis.
Todo es más limpio en esas horas de la mañana.
A veces muevo mis dedos, mis propios dedos de los pies que se calientan por el sol y miro la larga calle.
Siempre me ha gustado ver las cosas por encima, desde las alturas. ¿No os pasa a vosotros?
Es como observar la propia vida, desde el exterior.

Entonces, como cada día, desde la larga calle, donde el sol ya ilumina todos sus rincones, y cuando mis sentidos están despiertos... Te veo caminar.
Caminar lentamente hacia mi casa.
Con tu pelo moreno y tu rostro mirando hacia arriba, y sonriendo... Al verme como cada día esperándote en lo alto de mi muro.

Conforme te vas acercando siento que todo se complementa, porque me haces sentir partícipe de ese mundo que observo. Me haces sentir que yo pertenezco a él. Porque el verlo cada mañana desde las alturas... Me hace olvidarlo.

Cuando veo que te paras en la puerta de mi casa, mirando hacia arriba, y sonriendo, no puedo si no mirar a ese sol, hinchar mis pulmones de aire, y dar gracias por vivir y sentir.

Así que me bajo del muro, y vuelvo de un salto a pertenecer al mundo que observo cada mañana... Por ti.