martes, 25 de mayo de 2010

Celebracion

Hay veces, que todo esto merece la pena.
Os dejo un tiempo hasta que mi ordenador vuelva en si xd.

Mientras esta maravilla.
(Ponedlo a 480p, que suena mejor jajaja, frikadas mias)






Sé que soy como soy, y aunque a veces no os lo creáis y yo mismo os lo niegue, me gusta ser así. Un abrazo a todos.

jueves, 20 de mayo de 2010

Miradas

A veces... Sólo a veces me gustaría coger tu cara y besarte.

Entre mis dos manos, con los dedos abiertos, suavemente y cogiendo la mayor parte de tu rostro entre ellas.

Verme reflejado en tus hermosos ojos húmedos, en tus pupilas, ver mi propio rostro acercándose.

Sentir mi piel con tu piel y rozar tu pelo.

A veces... Sólo a veces siento ese impulso. Impulso irreflenable, que inexplicablemente se frena.

A veces es nunca, y nunca se acerca a la nada.

La nada del a veces y el siempre de...

El hueco que tengo entre mis manos.

De ese vacío,

Del vacío de tu cara.

Secretos






Hay un párrajo de un libro de Stephen King titulado "El cuerpo" que cuando lo leí, simplemente me encantó.



Dice así. "Todo aquello que consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los enemigos ansiaran robarnos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos encontramos sólo con la mirada extrañada de la gente que no entiende en absoluto lo que hemos contado, ni por qué nos puede parecer tan importante como para que casi se nos quiebre la voz al contarlo. Creo que eso es precisamente lo peor. Que el secreto lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por falta de un oyente comprensivo."





Si no por falta de un oyente comprensivo...



Creo que no se puede decir mejor. A veces los secretos, (que nosotros mismos ansiamos saber) se convierten en pesadas cargas al ser cortadas.

Y creo sinceramente que por eso los contamos. No por faltar a ese secreto, si no por quitarnos de alguna forma esa carga al contarla.



Desde ayer, llevo una pesada carga y supongo que el contar esto aqui... Es liberarme un poco de ella.


Cuando la luz muere y las tinieblas invaden la vida.

Salen a flote nuestros miedos.

Es como si el aire se volviese más pesado y nuestros ojos no mirasen hacia lo que no pueden ver por la oscuridad. Pero si pueden ver hacia nosotros mismos. Y muchas veces no nos gusta lo que ven, lo que tenemos, lo que llevamos.

¿Cuándo se pierde, Cuándo perdemos 21 gramos?

¿Cuantas vidas vivimos?, cuantas veces morimos.

Cuanto cabe en 21 gramos.

Malditas preguntas sin respuesta.


lunes, 3 de mayo de 2010

Cuando amanece




De pequeño, el sol salía por la izquierda.

Me asomaba cada mañana por mi ventana y ahí estaba. Levantándose entre el horizonte plagado de montañas, lanzando sus hilos amarillentos hacia mi cara.

De pequeño, el sol eran tan fuerte, que si pasaba la mano por las columnas de luz que se filtraban por mi ventana, podía notar cómo pesaba y me quemaba.

Cuando mi madre me mandaba a comprar una barra de pan recién hecha para las tostadas, al volver no podía evitar quedarme mirando la fachada del edificio donde vivíamos.

Parecía desprender fuego y me fascinaba quedarme mirando esa pared plagada de postigos de madera que se iban abriendo poco a poco. Como bocas que se iban abriendo bostezando a tempranas horas de la mañana.

A veces la señora Clara, colgaba sus sábanas azules.
No entendía cómo alguien tenía unas sábanas azules, porque las mias eran blancas. Mi madre decía que para todo era muy suya. Lo solucionaba con esa frase. Yo entonces no la entendía.
Pero me quedaba como un tonto allí plantado, con la acera mojada por el camión que regaba las calles. Con ese caracteristico olor a mojado que se filtraba por mi nariz, mirando hacia arriba.
Viendo esas sábanas azules como una bandera que ondeaba con la suave brisa.
A veces arrancaba la punta de la barra y aún sabiendo que me esperaría la bronca de mi padre, porque a él le encantaba hacer un agujeto en la punta y llenarla de aceite, me la comía mientras veía aquello.
A veces se asomaba el señor Tomás, con su bigote blanco y me saludaba con la mano y sonreía.
La magia se rompía cuando asomaba la cabeza mi madre y me gritaba preguntándome qué hacía plantado como un pasmarote en la acera. Que subiese ya el pan que tenían hambre.
Eres raro hijo, me decía siempre. Eres raro.

Hoy soy un escritor.
Sí, uno de esos que llaman de "éxito", y no puedo darle más la razón a mi madre.
Ciertamente siempre he sido raro.

Lo pienso hoy, que he vuelto para volver a ver esa fachada.
Porque siempre, siempre que cerraba los ojos los olores y colores volvían a mí.
Era un ritual que hacía cada mañana y que sin embargo jamás me llegó a cansar.

Pero hoy, plantado de nuevo como un pasmarote, observo que los colores en la infancia son mucho mas intensos. Que las sensaciones nos llegan directamente a través de los sentidos, sin pasar como lo hacen de adulto, por los numerosos filtros que vamos creando para protegernos del mismo mundo en el que habitamos.
Que los olores eran puros y nos transportaban a mundos de fantasia y nos hacían soñar.
Hoy en día, el sol no pesa, ni las sábanas huelen.

Pienso todo esto mientras miro y espero ver esas hermosas sábanas y al señor Tomás agitando su brazo.

Agacho la cabeza y me marcho mientras le doy un buen mordisco al pan.

Al menos el pan... Sigue estando igual de bueno recién hecho.