lunes, 30 de noviembre de 2009

El conductor V


-No mata por placer, ¿entiende?, si lo hace es por pura necesidad.- Su rostro marcaba bien la angustia de sus palabras.- Quiero decir que no siente placer al hacerlo. Si tiene que matar no le temblará el pulso, pero no es algo que busque para satisfacerse.

El policía la miraba con gesto de preocupación asintiendo de vez en cuando y anotando cosas en una pequeña libreta.

-¡Nada!- Dijo buscando los ojos del policía al hablar.- ¡Nada, escúcheme bien! Nada ni nadie podría impedir que me encuentre. Usted no lo conoce.
El policía guardó su libreta en su bolsillo.
- No se preocupe, nadie sabe que usted está aqui. El la buscaría en cualquier sitio antes que aquí. De hecho hemos mentido a todo el mundo para equivocarle.

Ella meneaba la cabeza rápidamente como si quisiera comprobar si estaba bien pegada a su cuerpo.

- Le digo que no lo entiende... -Miró al policía que se levantaba ya colocando la silla junto a la mesa. - No tienen ni idea. Nada le puede detener, ¿me oye?
¿Sabe porqué estaba en la cárcel, sabe lo que le hizo a aquel tipo cuando se enteró que me había pegado?, ¿cree que le importo las consecuencias, o que unas cuantas mentiras le van a desviar de mí?

El policía parecía hacer oídos sordos a lo que ella angustiada le intentaba explicar.

- Ya le digo que jamás se podría imaginar que usted está aquí. Quédese tranquila. Hay un coche camuflado en la puerta y dos hombres vigilando las veinticuatro horas.
Daremos con él inmediatamente. Sus abuelos se recuperan bien, y todo esto acabará pronto.

Ella guardó silencio. Era inútil. completamente inútil hablar con ellos.

El policía la saludó con la mirada y se dirigió hacia la puerta. Se ajustó el cinturón y la abrió.
Quedó quieto, inmóvil.
Ella le miró extrañada. Parecía haberse quedado pegado al suelo, rígido... de pié contra el marco de la puerta.
Entonces movió rápidamente su mano hacia su arma y se oyó un trueno.
Cayó hacia atrás entrando en la habitación con un fuerte impulso y cayó de espaldas inmóvil.
Su arma no llegó a desenfundarse.

Ella permaneció quieta. Rígida con las dos manos en la mesa y el rostro blanco.
Entonces se oyeron unos pasos.
Y al poco una sombra se proyectó sobre la puerta. En un parpadeo esa sombra tomó cuerpo.
Llevaba un sucio trapo negro en su mano con el cual se secaba el sudor del cuello.
Una pistola descansaba en su cinturon, metida por los pantalones.
Sus fríos ojos le miraban a través de las sucias gafas del cristal.

Entonces sonrió.
- Hola.- Dijo. -Me ha costado encontrarte.

Silencio.

- ¿Estás bien?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

2 minutos

Sinceramente, cualquier palabra lo estropearía.

Miki Sakata.






viernes, 20 de noviembre de 2009

Figura de mujer




Desaogo mis lágrimas en
líneas escritas por pluma
que se emborronan.
Ilegibles
campan a sus anchas
por las cuadrículas
angulos y líneas
de la libreta
que llena
mi vida.
Y paso página
llenando otra hoja,
y vuelvo a pasar página
pero siempre hay otra.
Otra hoja en blanco
que llenar y mojar...
mojar en lágrimas
de tinta azul
............................








One Step Closer" ("Un paso mas cerca")

Estoy a la vuelta de la esquina de todo lo que es real
Estoy del otro lado del camino de la esperanza
Estoy debajo del puente en una marea turbulenta
Que se lleva todo lo que llamo mio
Un paso más cerca de saberlo
Un paso más cerca de saberlo

Estoy en una isla en una interseccion transitada
No puedo seguir, no puedo dar la vuelta
No puedo ver el futuro
Se aleja de mi
Solo veo las estelas de luces brillando

Un paso más cerca de saberlo
Un paso más cerca de saberlo
Un paso más cerca de saberlo
Saberlo, saberlo

Estoy colgado secándome
Con mis ropas viejas
El dedo todavía rojo por el pinchazo de una rosa
Un corazón que duele
Es un corazón que late
Puedes escuchar al que lleva el ritmo desacelerándose?

Un paso más cerca de saberlo
Un paso más cerca de saberlo
Un paso más cerca de saberlo
De Saberlo, de saberlo

domingo, 15 de noviembre de 2009

Concurso de baile





La orquesta se preparó para tocar.
Los músicos estaban encima del escenario, todos magníficamente vestidos con sus trajes de chaqué. Prepararon las partituras y se hizo el silencio.

El corazón me golpeaba alocadamente el pecho. El parquet de madera estaba reluciente, brillaba como las pupilas de ella. Las luces se habían bajado un poco para el último baile, y pocas parejas quedaban ya en la sala. Las mesas estaban llenas de gente que miraba hacia la pista.

Yo te miraba. Estabas en el otro extremo de la pista, con un vestido de gasa azul. Estabas realmente preciosa. Tenía falda de vuelo y la cintura estrecha, con un escote en V y tirantes. Llevabas el pelo recogido hacia atrás en una cola. Tu maquillaje era muy suave en tonos claritos y embellecía aún más tu rostro.
Los músicos empezaron a puntear suavemente con sus dedos las cuerdas de los violines y los contrabajos.
Y entonces una música tremendamente suave y melódica empezó a sonar. Los diferentes instrumentos se fueron sumando a la melodía y la sala se llenó de esa música tan especial.

Era feliz. No había otra palabra que describiera mi estado de ánimo. Tiré de mi chaqueta colocándola y los hombres avanzamos hacia el centro de la pista a la vez que las mujeres.

Yo llevaba el cuerpo medio girado, y ella exactamente lo mismo pero hacia el otro lado. La veía avanzar hacia mí y realmente parecía una Diosa. Llevaba los brazos semiabiertos y su falda la precedía con su vuelo.
Cuando nos encontramos nuestras manos encajaron y dimos un giro completo suavemente. Su rostro estaba medio girado y veía su hermoso cuello. La rigidez de este contrastaba con la suavidad de su piel y las líneas de su rostro. Su pelo echado hacia atrás le afinaba la cara, sus pestañas permanecían inmóviles con sus ojos fijos en el suelo.

Se giró y nos erguimos los dos mientras seguíamos girando. Yo con una amplia sonrisa en mi boca tarareaba… “ umm umm aa umm a umm”.
Ella me mira y sus ojos ríen, “qué tonto eres”. Me susurra, mientras su sonrisa se hace más amplia. Damos vuelas y más vueltas deslizándonos como si la pista fuese de hielo en vez de madera. Nos soltamos de una mano y yo con un brazo en alto la dirijo con mi mano en torno a mí. Pegamos nuestras espaldas y con nuestras manos cogidas nos balanceamos hacia los lados suavemente al ritmo de la música. Siento sus pequeñas manos en las mías, su pelo contra mi espalda, su menudo cuerpo contra el mío. Entonces ella gira y nos abrazamos con una mano en alto. Su cabeza queda apoyada contra mi pecho y no puedo evitar apoyar la mía en la suya. Huelo su pelo y siento su aliento.

La amo. La amo y mi cuerpo respira eso en cada poro de mi piel.
La música nos envuelve y es como si estuviésemos solos. Ella sube su rostro y me mira con sus profundos ojos. Su mirada brilla incluso más que los focos.
Giramos hacia la derecha unos pasos y nuestros ojos siguen enganchados. Su frente tiene pequeñas gotitas de sudor.

El impulso de besarla cada vez es más fuerte en mí. Me gustaría elevarla, cogerla y bailar con ella como si fuéramos uno.

Nos separamos un instante mientras cruzamos las parejas y es como si me faltara algo dentro de mí. La sigo con la vista y ella hace lo mismo.

Nos volvemos a encontrar y seguimos nuestros movimientos. La piel de su escote también está ya perlada de pequeñitas gotas de sudor. Sus labios entreabiertos me dejan ver la blancura de sus dientes para tomar aire.
La música me envuelve y me marea porque sólo la veo a ella.

Entonces… Sin pensarlo la cojo de un brazo y la arrastro con la consiguiente sorpresa de ella. El público se nos queda mirando mientras salimos de la sala.
-¿Pero qué pasa? -.Me dice ella.
Yo la ignoro y sigo tirando de su brazo hasta salir al exterior. Una inmensa luna plagada de estrellas nos cubre. Las decenas de sauces que hay alrededor son movidos por una suave brisa.

Sin dejarte preguntar te beso. Te beso larga y prolongadamente, sujetando tu cabeza con mis manos. Al instante tú haces lo mismo y la luna es testigo mudo de nuestra pasión.

Cuando nos separamos tus pupilas están completamente dilatadas. Un gesto de placer y sorpresa surca tu cara.

-Ya no podremos ganar. – Dices mientras recuperas el aliento.- Estás loco
-Sí... Por ti. - Respondo

Nos reímos los dos mientras la música nos llega por la puerta abierta.
-¿Me concede este baile señorita?
-Por supuesto, caballero

Nos abrazamos apoyando nuestras cabezas y permanecemos quietos. La música nos llega lejana y amortiguada.

Entonces los dos, sin separarnos, empezamos a movernos al son del viento.

jueves, 12 de noviembre de 2009

El escritorio







Pulsó play y la voz suave de Sade empezó a dejarse oir por los altavoces.
El escritorio era un caos "ordenado" de libros y cosas inexplicables.
Varios libros se amontonaban en una pirámide y a su lado un rollo de papel, ayudante inconfeso de su gripe. La cafetera, un vaso de té, azúcar, pañuelos, bastoncillos de los oídos, bolígrafos...
Aquel escritorio era como un pequeño mundo por descubrir.
Y sin embargo a ella le fascinaba. Porque realmente él era así. Como su escritorio. Desordenado, pero bello. En aparente caos pero con un inexplicable orden lógico.
La pared de enfrente llena de posters y justo debajo la cama donde él dormía.
Se acercó y se sentó apoyando su cabeza en su mano y observándolo todo. Encendió el flexo y una intensa luz amarillenta iluminó la mesa. Justo debajo de él, sufriendo su luz y calor la obra completa de Neruda entreabierta.
Miró los libros y ladeando un poco la cabeza fue leyendo los títulos. Algunos los tocaba con el dedo, como contagiándose de lo que dentro de ellos había. Le gustaba mucho el tacto del papel y como olían los libros.
El de Neruda era nuevo, y su olor le llegaba nítidamente.
Cogió el enorme vaso de té y lo acercó a su nariz. Estaba ya templado, pero lo probó, dándole un pequeño sorbo. El sabor de la menta le llenó su boca.
Entonces la vio. Era un pequeño pico marrón oscuro que sobresalía de una pila de periódicos viejos.
Los levantó y sacó una libreta encuadernada por unas tapas oscuras.
Levantó la cabeza y vio que él seguía dormido.
Con una mezcla de vergüenza y curiosidad levantó la tapa y observó las hojas escritas.
Sin duda estaban escritas de su puño y letra. Era su inconfundible letra rápida y nerviosa.
No tenía un orden establecido. Es decir... había frases sueltas, poesías inacabadas, pequeñas ideas para historias, o relatos incompletos.
Fue comprendiendo que aquella libreta era como un desahogo de su cabeza, como un refugio a algo "impulsivo" que le surgiera. Por eso estaba allí, en su escritorio, a mano.
Empezó a leer algunas cosas sueltas...
"Mírame a los ojos
y dime que ves
durante ese segundo".

Saltó a otra página.
"No todo cuanto anhelo es aquello que amo".
Nuevo salto.
"Veo tu rostro curtido, agrietado por el frío del invierno..."
Otra página...
"En la espera de tu mirada
muero.
En la presa de tu voz
duermo.
En los parentesis de tus brazos
me encuentro."
Sin darse apenas cuenta quedó atrapada por la lectura e iba pasando páginas mientras la suave música la envolvía.
"Llévame contigo
a las ciénagas de la muerte
no me importa.
Porque sé que aún allí
te buscaré y te encontraré".

En la última página había sólo media página escrita.
Decía...
"Decirte cuándo comencé a amarte,
creo que sería imposible.
Separar la fracción de segundo
donde dejé de ser yo para ser parte de ti,
sería muy difícil de encontrar en el tiempo.
Sólo recuerdo el sol que hacía entrecerrar mis ojos
y.... a ti".


y por último una frase separada del resto.

"El camino de mi vida parece hecho para encontrarte".

El corazón de ella latía fuertemente y unas lágrimas furtivas se deslizaban por su mejilla.
Dejó la libreta donde la encontró y levantándose fue hasta donde él dormía.
La persiana dejaba caer sobre él los últimos rayos del sol.
Su boca entreabierta intentaba respirar el poco aire que la gripe le dejaba pasar.
Se apoyó en la cama con la rodilla y besó aquellos labios.
El se despertó y al verla sonrió.
- Hola - dijo él.
- Hola.-Respondió ella.- Te quiero.
El sonrió aún más. Se quedó un momento callado escuchando la música que sonaba, y entonces empezó a canturrear con una horrible voz griposa.

"Llegaste cuando necesitaba que me salvaran
Alguien que me levantara de alguna manera
Me han destrozado tantas veces
Me han lastimado tantas veces antes
Así es que cuento contigo ahora"

Ella le hizo callar besándolo de nuevo y riendo.
El sol se ponía ya y la oscuridad empezaba a adueñarse del cuarto.
Sade seguía cantando susurrando a la oscuridad...



Llegaste cuando necesitaba que me salvaran
Alguien que me levantara de alguna manera
Me han destrozado tantas veces
Me han lastimado tantas veces antes
Así es que cuento contigo ahora

Alguien ya me rompió el corazón
Alguien ya me rompió el corazón

Aquí estoy
Así es que no me dejes varada
Al final de una línea
Colgada del borde de una mentira
Me han destrozado tantas veces
Me han lastimado tantas veces antes
Así es que ten cuidado y se bueno

Alguien ya me rompió el corazón
Si alguien tiene que perder, no quiero jugar
Alguien ya me rompió el corazón
No, no puedo volver a pasar por eso

Llegaste cuando necesitaba que me salvaran
Alguien que me levantara de alguna manera
Me han destrozado tantas veces
Me han lastimado tantas veces antes
Así es que cuento contigo ahora

Alguien ya me rompió el corazón
Si alguien tiene que perder, no quiero jugar
Alguien ya me rompió el corazón
No, no puedo volver a pasar por eso



De nuevo hay algo real aqui. Es mi libreta, y lo escrito en ella. Lo demás... producto de mi imaginación griposa

sábado, 7 de noviembre de 2009

Un poema en la lluvia



- Anda léeme un poema.
Ella estaba echada sobre la cama con las manos sujetando su pequeña cabeza.
El estaba sentado sobre el respaldo de la cama con la almohada a modo de cojín.
Cogió el viejo libro de la mesita, y lo abrió por el separador.
Por la ventana se veía la lluvia deslizándose por ella y las contraventanas moverse por el fuerte viento.
- ¿Cuál quieres? o lo dejo al azar.- La miró con sus profundos ojos negros.
Ella sonrió. - El que salga.

El fué pasando las páginas. Era un libro viejo, muy viejo. Lo tenía con él hacía años y lo había releido cientos de veces.
- Este mismo.- Dijo carraspeando para aclarar la voz.

"Angel gonzalez.

Elegía pura

Aquí no pasa nada,
salvo el tiempo:
irrepetible
música que resuena,
ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado,
que alguien toma un momento,
escucha
y tira."


Ella se quedó inmóvil.
De pronto se levantó y fue hacia la ventana.
- puf, ¡como llueve!
El silencio se hizo entre ambos.
El se levantó y cerró el libro. Se puso sus pesadas botas lentamente anudando fuertemente los cordones. Luego guardó el libro en su mochila y a continuación caminó hacia el sillón donde estaba su cazadora.
Cuando se la estaba abrochando sintió los brazos de ella que le abrazaban por detrás.
Se quedó inmóvil. Dejó caer los brazos y dejó que ella le abrazase sin oponer resistencia.
Cuando vio que él no se movía cedió un poco en su abrazo, primero lentamente y luego del todo. Se volvió y se fue de nuevo a mirar por la ventana cruzando los brazos sobre ella misma. Dándose el abrazo que tanto necesitaba en esos momentos.
- No ha sido casualidad, ¿verdad?, lo has escogido.
El permanecía de pié. Erguido, como un buen soldado en posición de firmes, esperando órdenes.
- ¿Cuando pensabas decírmelo? - su voz sonó algo rota a pesar de sus esfuerzos, y al notarlo siguió abrochándose la cazadora con manos temblorosas.
Ella dejó de mirar la ventana y agachó levemente la cabeza.
Acabó de abrocharse los botones y el silencio pesaba mas que el aire que a los dos les costaba respirar.
Fué hacia la cama a coger la mochila y sus pesados pasos resonaron en el suelo de madera.
- No creo que pueda amar a nadie como a ti. -Dijo él colocándose la mochila en un hombro.
-No digas eso. Por favor no digas eso. -Suplicó ella en un hilo de voz. -Entiéndeme. Claro que amarás a alguien. Claro que sí... realmente hay pocos hombres como tú.
El aguantó las lágrimas a golpe de respiración y la miró.
- Ya...
Pero no pudo soportar el dolor y se fue lentamente hacia la puerta.
La abrió y se quedó con ella un momento abierta...
Giró levemente la cara, y la miró por última vez de reojo, contra la ventana, de pié y con sus brazos cruzados.
- Realmente... no creo que pueda amar a nadie.

Y dejando atrás el silencio cerró la puerta.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Viaje de vuelta







Llevo en mi mano aún el móvil, y pegados a él recuerdos de la conversación reciente, entrecortada por mis intentos de poder respirar al llegar a la carrera luchando contra el tiempo... Pues éste no espera.

Avanzo por el pasillo buscando mi número de asiento, pero al no encontrarlo decido volverme, ante la mirada perpleja de los viajeros que me ven pasar varias veces por el mismo sitio.

Llego a un pequeño vagón intermedio, en el cual no hay absolutamente nadie, y me dejo caer en un asiento pegado a la ventana. Lo reclino al máximo y dejo caer mi cabeza cerrando los ojos.

La adrenalina aún recorre mi cuerpo movida por mi corazón. La creciente velocidad del tren hace que me balancee de un lado a otro suavemente.
Antes de dejarme vencer por el cansancio me pongo los auriculares del móvil, activando la radio. El cadillac solitario de Loquillo está terminando.
Escribo un mensaje de disculpa por mi precipitada carrera y ausencia de despedida.

El sueño empieza a vencerme a la vez que el tren empieza a coger velocidad. “Próxima parada, Osuna”, anuncia la megafonía. No leo el cartel porque permanezco con los ojos cerrados.

La emisora se pierde entre ruidos y abro los ojos para buscar otra que pueda oír. La encuentro y miro el paisaje a través de la ventana.

El cielo y las bajas nubes están pintadas en un delirio de ocres producidos por el sol feneciendo. Mi mirada queda automáticamente atrapada por lo que ve a través de ese cristal y apoyo el codo en la ventana y mi mano en la cabeza.




La música suena, y mi vista se pierde en esa marea roja que cubre el horizonte. Los recuerdos del día me vienen vívidamente; Risas, imágenes, palabras, miradas, olores y sabores que revolotean por mi cabeza.

El cielo se va oscureciendo poco a poco, y los ocres cada vez son más oscuros y los azules negros. Pero allí empieza a destacar ella. La luna. Pequeña pero preciosa.
Mi cuerpo poco a poco se va relajando, aunque no puedo dejar de mirar el cielo hipnotizado por lo que veo.

A medida que la noche avanza, ella va ganando en intensidad y presencia. Me imaginaba el Sol en el otro extremo de la Tierra, iluminándola. Pero quiero creer que ella brilla por sí misma. Que no necesita de nadie para destacar su belleza.

Y cuando la noche fue total. Su brillo aumentó. Era pequeña y redondita y seguía el camino del tren trazando unas líneas imaginarias en la noche.
Debido a la fuerte iluminación del tren en el cristal ya solo veía reflejado el interior de éste.
Pero allí, en todo lo alto, permanecía ella. Acompañándome en mi camino.
A veces quedaba entre las dos líneas de fluorescentes reflejados y parecía uno de aquellos juegos antiguos en el cual una pelota era golpeada por dos palitos.

El tren al girar provocaba su desplazamiento y ella trazaba elipses, a veces líneas rectas, otras parábolas… otras se quedaba completamente inmóvil en el cielo. Y unas pocas… se apagaba por unas milésimas de segundo cuando un árbol o casa la tapaba. Y mi corazón se encogía porque ella me hacía compañía en ese viaje de vuelta.

Un fuerte “déjà vu” me acompañaba al verla. Una llamada hace meses y la misma luna bajo distintos cielos. Dos miradas viendo lo mismo en un momento.

Y durante las más de tres horas de vuelta me hizo compañía. A veces se perdía y yo seguía mirando hacia el cielo esperando pacientemente que volviera, porque sabía que lo haría. Y siempre lo hacía. A veces me quitaba los cascos y renunciaba a la música, pero no podía renunciar a ella. La seguía viendo bailando en la noche, con sus pequeñas manchitas en su rostro.

Y diréis que es una tontería. Pero me acompañó en mi soledad y con mi silencio. Y a veces dejaba de mirarla pero cuando volvía mi vista a la ventana, sonreía. Porque allí estaba ella.

Al llegar a Granada, y bajar del tren, le lancé una última mirada, y le di las gracias.

Sí decidme loco, pero lo hice.

Bécquer decía. “La soledad es muy hermosa… cuando se tiene a alguien a quien decírselo”

Y yo esa noche… hablé con ella.



"Esta historia es real, y protagonizada por mí. Las fotos son también las que hice en ese tren y la canción también llegué a oirla"