Hoy una vecina me llamó.
La mujer es mayor. Y tocó al timbre desesperadamente con lágrimas en los ojos, porque su marido, enfermo de alhzeimer, se había caído al suelo, mientras ella le cambiaba el pañal.
Y allí me vi yo, intentado levantar aquel peso muerto, aquel hombre con su dignidad perdida, desnudo de cintura para abajo, mirándome con ojos extraños, cuando nos conocemos de toda la vida.
Y su cabeza hizo un mohín y arrugó los labios en un gesto como de enfado, al ver que tirábamos de él hacia arriba para levantarlo.
Cuando al final conseguimos sentarlo en el sofá, su mirada permanecía baja, con su gesto ausente y sus ojos vacíos.
Antonio, le llamábamos... Muévete un poco hacia atrás.
Y Antonio permanecía sumido en su mundo. Con su mente desconectada de su cuerpo.
Qué queréis que os diga. A veces maldigo la vida, porque con ese hombre he compartido cervezas en la barra de un bar, he ido en su coche al entierro de mi propia abuela, charlando de la vida, del trabajo, de las novias y complejidad de las mujeres.
Yo que se... mas que la vida en sí misma, maldigo su, a veces cruel final.
Pero si tengo algo claro, es que como vengo haciendo hasta ahora, quiero vivir la vida a mi manera.
Todos aquellos que me conocéis sabéis que no me gusta pasarlo mal. Me gusta vivir, reírme, ser amigo de mis amigos, leer, escribir, pasar el tiempo lentamente, pero a mi manera intensamente.
Ya vendrán tiempos malos, y tiempos para llorar.
Y sobre todo, espero portarme bien y ser como digo yo "buena gente", porque me gustaría que si yo alguna vez estoy en el suelo semidesnudo... alguien me ayudara.
O simplemente como decía en un relato mío...
Que alguien coja mi mano cuando yo muera.