domingo, 21 de marzo de 2010

Atardecer




Tus ojos permanecen cerrados, y aún así veo su línea rasgada y tus pestañas negras.

Estás apoyada contra el respaldo de la silla, y tu larguísimo pelo cae hacia atrás. Te veo desde arriba y me dan ganas de besar esos labios carnosos y entreabiertos.

Coloco la palangana debajo de tu cabello y con la jarra empiezo a dejarte caer agua templada sobre tu cabeza. Con la mano tapo tu rostro para que no te caiga el agua. Siento tu piel contra la mía y un escalofrío recorre mi cuerpo.

Cuando tu cabello está mojado, cojo el champú y lo vierto un poco en la palma de mi mano.
Aún hoy en día me maravillo de su largura y de su suavidad. Lo recojo haciendo un ovillo en tu nuca y lo empiezo a frotar suavemente creando espuma. Cuando ya está limpio acerco mis manos y cojo tu cabeza.

Me sonríes levemente sin abrir los ojos. Eres tan hermosa…

Acaricio tu nuca moviéndome hacia los lados de tu cabeza acariciándote con la yema de mis dedos, suavemente… Sin prisas, porque tengo todo el tiempo del mundo. Todo lo que deseo y pido de él, lo tengo en mis manos, que eres tú.

La música suena lejana, y la ventana entreabierta deja pasar los últimos rayos del sol y las voces de los niños que pronto se irán a sus casas. La cortina se mueve levemente cuando la brisa juega con ella.

Procuro acariciar tu cuello con mis dedos arrancando suspiros y de vez en cuando un escalofrío de placer. Los llevo a la base de tu cuello y voy subiendo despacio hacia tu cabeza, mientras las palmas de mi mano la sujetan.

Sin poderlo soportar más, acerco mi cara y sin que tú me veas, poso mis labios en los tuyos.
Levemente, permaneciendo así unos segundos. Unos instantes que parecen eternos. Y tus ojos abiertos y tus enormes pupilas me miran al separarme de ti.
Tus ojos me hablan como en este instante no lo hace tu boca.

Cojo de nuevo la jarra y vierto agua aclarándote el pelo, limpiándolo de espuma, pasando mis manos por él para que escurra.
Luego paso el peine dejándolo liso y desenredado.

Apoyo de vez en cuando mi mejilla en la tuya, porque no soporto la distancia que nos separa.
En un momento dado te abrazas a mí, y yo sin pensarlo te cojo en brazos.
Huelo tu piel y siento el calor de tu cuerpo.

Te dejo caer en la cama y sin dejar de mirarme a los ojos, abres tu bata blanca.
Pareces una Diosa desnuda, con tu largo cabello esparcido por las sabanas blancas.

Abres tus brazos para sacarme de mi ensoñación al mirarte. Como invitándome a ir hacia ti.

Y el último rayo de sol, acaricia nuestros cuerpos desnudos mientras las primeras estrellas van apareciendo en el cielo.

jueves, 18 de marzo de 2010

Despertares











En las brumas de mi recuerdo
coexistes con mi olvido


Cada mañana despierto bañado en sudor
buscandote...


Palpando mi soledad
como un ciego su guia


Encontrandote en el hueco de mi memoria
en el aliento de mis suspiros

En cada mañana...
En cada maldita mañana
que existo.





lunes, 15 de marzo de 2010

Caminando en mis recuerdos





Hace muchos años, caminaba por los campos de mi pueblo en dirección a mi casa.


Mi hombro rozaba a un lado la piel de mi hermano, y a otro la de mi primo.
Íbamos sin camiseta porque veníamos de bañarnos en un estanque de aguas estancadas, (que realmente no sé cómo no cogíamos cualquier enfermedad), con la esperanza vana de que se secase antes de llegar al pueblo.


Habíamos salido a coger renacuajos, algo que realmente nunca entendía. ¿Para qué los queríamos?, pero bueno, a su búsqueda íbamos. Y ese día, dimos con ese estanque. El agua cubría realmente poco, pero con el calor que hacía, apetecía mojarse y refrescarse. Unas oxidadas escaleras de hierro, bajaban hasta el fondo que permanecía cubierto de un metro de aguas sucias.

Y como críos que éramos, y sin tener miedo ni conciencia del peligro, pues allí que nos metimos.

Recuerdo aquel día como si fuese hoy, porque andábamos los tres hombro con hombro, sabiendo que nos íbamos a ganar, una pero que muy buena reprimenda de mi madre cuando llegásemos. Pero la determinación que veía en los ojos de mi hermano, me hacía acrecentar mi valor.


El trigo, tenía un color verde precioso y sus tallos se movían al unísono como si la suave mano del viento se pasase por ellos creando unas increíbles ondulaciones. No puedo describiros lo que sentía al moverse mi pelo con la brisa y ver los inmensos campos verdes ondularse por el viento.


La piel de mis hombros me picaba por el sol.
Seguramente me estaría quemando, pero realmente me importaba poco.


Era feliz.


Es un recuerdo que he tenido esta mañana, porque andando por esos caminos de tierra, con el sol del atardecer, recuerdo haber tenido ese pensamiento justo ese día, mirando los campos, sintiendo el viento y entrecerrando los ojos por el sol.


El ser feliz.


Y hoy, cogiendo la mano de mi sobrina, saliendo de una feria, sonriendo de oreja a oreja al ver su cara de satisfacción cargada de bolsas de comics he recordado aquello. Ha sido un pensamiento que ha venido a mí, porque hoy… También era feliz.


Al salir tuve que cerrar los ojos por un sol que por fin calentaba mi piel. Caminaba con ella cogidos de la mano por la gran explanada hacia la salida recordando lo que habíamos visto.
Pensando y añorando aquellos tiempos en los que yo era un niño, desafiando la tutela de mi madre y valorando la belleza de la naturaleza.


Hay cosas que nos hacen ser conscientes del paso del tiempo. Y aún no sé muy bien por qué ha venido a mí este pensamiento de mi niñez.
Aquel niño, ha crecido y ya no camina al lado de nadie hombro con hombro.


Pero hoy… Durante un segundo… Me he preguntado si ella recordará este día y tendrá un pensamiento parecido.

De caminar siendo feliz.

viernes, 5 de marzo de 2010

Hasta muy muy pronto

Ya sabéis que esto no es fácil cuando se hace. Pero también sabéis que cuando se hace, es por algo.



Vuelvo el día 15, ¿vale?, y me pongo esa fecha como un recordatorio que me obligue a volver xd.



Un abrazo a todos.


Os dejo con mi "Diosa" particular. Una canción de su nuevo disco.








lunes, 1 de marzo de 2010

Una tarde de playa

Llevo semanas diciendo que necesitaba irme a la playa. Pisar su arena y oler la sal. Que la brisa marina moviera mi pelo y me "limpiara".

Ayer, en la playa el cielo caía sobre mí. Haciendome sentir pequeño. Muy, muy pequeño.
Y al sentirme así, ante tanta grandeza, aprendes a valorar lo que tienes y eres.
Ayer... Sin saber porqué, todo lo veía en blanco y negro.








Aunque a veces, mi mente se abría ante lo que veía... y el color entraba en mis ojos.






Ellos, en cambio eran libres. Y los envidiaba...









" El intentar plasmar lo que sentí ayer, sería inútil. Por eso simplemente os pongo las fotos que yo mismo tomé ayer y que ellas os hablen".